lunes, 3 de enero de 2011

Culo Emergency Día 1: El Pan Dulce


Me levanté una hora más tarde de lo planeado pero no me deprimí. Lo mío no es correr de mañana y quienes me conocen, saben que soy mas nocturna que diurna y como consecuencia, que el levantarme temprano no es mi fuerte. Desayuné unos mates bien amargos con un sandwichito de jamón y queso (bien de culona). Mientras me bañaba, masajeaba las partes blandas de mis nalgas y me mentalizaba para que se me fuera esa flaccidez espantosa que tanto daño me estaba haciendo. A la hora de elegir la ropa que me acompañaría durante todo el día, me decidí por una pollera tipo gitana que no exaltara tanto mi cadera y bien larga, hasta los tobillos, para que no se me viera ni un pedacito de pierna. Pero mi día tenía un claro objetivo: salir a correr antes de que terminara.
Almorcé tres empanadas de jamón y queso, el único menú que ofrecía el quiosco de la esquina y que acepté sin objeciones, una bebida light llena de burbujas para que me hincharan bien la panza y dejaran en mí una sensación de saciedad. Todo iba maravillosamente bien hasta que recibí el llamado de mi amiga Lía, recordandome que tenía el Pan dulce con pepas de chocolate que le había pedido, especialmente, porque el que tiene frutas secas y esas porquerías me dan asco y no me gustan.
Eso atenta contra mi Culo Emergency - pensé- mientras Lía me hablaba. Pero ya era tarde, no podía devolverlo pero si lo llevaba a casa me lo terminaría comiendo yo sola. Mientras arreglaba con Lía de qué manera nos podíamos juntar para terminar la transacción, mi querida amiga dijo la frase más hermosa del día: "A las 9 me voy a correr a la Quinta. Si querés después pasás por casa". Pero yo mejoré la oferta y le propuse ir a correr juntas y después buscar el Pan Dulce con pepitas de chocolate.
Así fue. Nos encontramos en la esquina de su casa, fuimos corriendo a la Quinta presidencial, dimos una vuelta y volvimos. Tremendo. Las piernas no me respondían pero la imagen de mi culo cascoteado y deteriorado me daban fuerzas para seguir.
Subí las escaleras de la casa de Lía como pude, elongamos un rato, nos hidratamos como buenas deportistas que somos (o querriamos ser), le pagué el Pan Dulce especial con pepitas de chocolate y después de bajar las escaleras y quedarnos 30 minutos en la puerta chusmeando, nos despedimos. Volví caminando a mi casa como pude. Destrozada fisicamente pero con el corazón contento.
Mañana sería otro día y ya me ocuparía del destino que le daría al Pan Dulce especial con pepitas de chocolate.

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