viernes, 7 de enero de 2011

Los Reyes Magos y el gatito maullador


Me acosté a dormir un poco tarde ya ni me acuerdo por qué. Lo hice plácidamente hasta que el timbre sonó despiadado y me sacó en un segundo de la cama. Como siempre, choqué con todo y miré la hora en el microondas. Eran las 6.45 de la mañana. Mientras me dirigía hacia el portero eléctrico pensé:¿Quién puede tocarme el timbre a esta hora? Ahí me acordé que era 6 de enero. Era obvio, ¡tenían que ser los Reyes Magos! Claro, me había olvidado de poner mis zapatos y lo que es peor aún, no les había dejado agua ni pastito para los camellos. ¡Qué mala persona!¡Con este calor! Atendí amablemente y para mi sorpresa (o no) la persona que estaba apretando el botoncito de mi timbre no eran Gaspar, Melchor ni Baltazar: era la portera desesperaba preguntando si en mi balcón no se había caído el gatito del tercer piso que estuvo maullando toda la noche.
De a poco me iba despertando y recordando por qué no había podido dormir. ¡ Justamente por el gatito maullador que busqué casi hasta las 2 de la mañana sin suerte!
Traté de explicarle a la portero, sin ningún tipo de éxito, que el gatito de mierda no estaba en mi balcón y que a la noche ya lo había estado buscando con ímpetu porque no me dejaba dormir. Me fui a bañar indignada. Tomé unos mates, me vestí y partí al trabajo. Antes de salir,, la maldita protectora de gatitos maulladores dice: -Es verdad, no estaba en tu terraza, estaba atrapado entre el 4to y el 5to. piso. A lo que yo contesté:-¿Y a mi qué mierda me importa?¿No podía esperar hasta las 8 para tocarme el timbre? ¿Si ya había estado toda la noche así, una horita más no le iba a hacer nada?-. No, no es verdad, no le pude contestar eso. Le hice una media sonrisa, casi una mueca diría y un movimiento de cabeza y salí.
Maldita portera, maldito gatito maullador y malditos los Reyes Magos que se olvidaron de mi.

miércoles, 5 de enero de 2011

Culo Emergency Día 3: Dolores corporales


No puedo lograr levantarme cuando suena el despertador. En realidad, me despierto, voy hasta el living, agarro mi celular-alarma y lo llevo a dormir conmigo. Así se calma y como por arte de magia deja de sonar.
Una hora y media después, me levanto apurada, pateo todo lo que puede ser pateado y choco con todo lo que puede ser chocado. Pongo a calentar el agua para el mate y lavo algunas mugres que quedaron de quién sabe cuándo.
No llevo mucha ropa pero no hay nadie que pueda notarlo. Estoy sola y todas las persianas están bajas porque la obra de enfrente me aturde y me llena de polvo. Después de escuchar un poco de radio y de pegarme una placentera ducha que ayuda a despertarme un poco me voy al trabajo pensando en lo bien que estoy fisicamente. Pero eso es lo que creo, tal vez porque aún sigo dormida y creo que el resto del día seguirá así.
Pero no, error, van pasando las horas y el dolor se apodera de mi cuerpo. A medida que voy caminando puedo sentir cada uno de mis músculos. Cada movimiento de mis cuadriceps, isquiotibiales, abductores y algunos otros de los cuales ignoro el nombre me causan un sufrimiento horrible pero que a la vez me alegran ya que esa quiere decir que voy por el camino adecuado.
Vuelta a casa. Mi desafío sigue. Nada de tentarse con sandwichitos de panes sabrosos llenos de mayonesa de oliva, tomatito, jamón y queso. No, no, no. Fruta, como habíamos quedado cuando arrancamos el "Culo Emergency".
Para no caer en la trampa de "ups, no tengo fruta, me como un sandwichito sabroso", antes de subir a mi departamento paso por "el chino del barrio" y me compro una gaseosa light llena de burbujas para engañar el estómago. En el mercadito, atiende una familia de chinos. Aunque tienen una empleada boliviana en una de las cajas, en la otra, la más importante, está Ani. Ani, la que una vez me dijo su verdadero nombre pero que no pude retener ni por un segundo. Pero se ve que a todos nos pasa lo mismo porque los chinos se ponen nombres tipo "Lucas", "Martín" y otros ¡pero no te hablan una frase en español!
Pero les quiero contar acerca de Ani. Ella es joven, no muy linda, está descuidada fisicamente y posee un carácter muy especial. Yo puedo identificar cuando está de mal humor, cuando está tiene ganas de jugar o cuando está enferma. Pero hoy estaba distinta y fue por eso que le pregunté qué le pasaba. Cuando ella no sabe cómo decir una palabra hace la mímica. Y esta vez se apretó el pecho y cerró los ojos. Yo, una romántica empedernida, creí que se había enamorado. Pero no, no era amor lo que le apretaba el pecho. Ani se dio cuenta de que yo no estaba entendiendo así que sacó su diccionario de abajo de la caja registradora y buscó la palabra que expresaba su lo que sentía. Los clientes ya estaban impacientes porque la cajera tardaba en cobrarme una gaseosa, pero a mi no me importó y a ella tampoco.
Buscó y buscó en el diccionario y me señaló unos símbolos con el dedo (伤心) y la traducción decía: angustia, congoja, dolor en el corazón, padecimiento, pena, sufrimiento profundo.
Lo que tiene Ani es tristeza. ¿Por qué? Porque trabaja todos los días de la semana, nunca tiene tiempo para descansar, no tiene vida ni antes ni después del trabajo. Trató de explicarme algo del padre, del salario, de que no le alcanza...eso no lo pude descifrar, pero lo que me quedó claro es que ella está terriblemente angustiada. Como siempre, cuando no sé qué aconsejarle a alguien que la está pasando mal, digo: bueno, ya va a pasar...
Eso fue lo que me salió y con un apretón suave en la mano me despedí mientras los que hacían la fila me maldecían en voz baja.
Después compré fruta en la verduleria, para poder cenar y seguir con el plan de Emergencia, llamé a Gaby y fuimos a caminar porque no podía correr ni media vuelta a la manzana.
Llegué a casa. Comí un pelón, uvas, ciruelas y una banana y me fui a dormir pensando en Ani y su dolor en el corazón. Yo ya no sentía dolor, o me pareció insignificante.

martes, 4 de enero de 2011

Culo Emergency Día 2: El día después



Hoy me levanté un ratito antes que ayer pero igual me quedé dormida. Apurada llamé a Marzia, mi amiga hermana, porque anoche habíamos quedado en ir a cantarle el Feliz Cumpleaños a Flor. Con Marzia somos amigas desde 7mo. grado y con Flor, empezamos nuestra amistad durante los primeros años del colegio secundario. Todas tenemos más de 25, bueno, quizás más de 30 también...pero eso no tiene importancia. Hoy Flor cumple años y con Marzia decidimos ir a visitarla a la mañana porque a la noche yo trabajo.

Todas tenemos la misma edad, pero Flor es siempre la que estrena los años. Después cumplo yo y la más pendex, que disfruta y nos goza con serlo, es Marzia.
Como la más grande del grupo, Flor es siempre la pionera. Fue la primera en casarse, en tener hijos y en independizarse de su trabajo y hacer su propio proyecto. Atrás, desde lejos, la seguimos nosotras. Nos hacemos las modernas y en vez de casarnos, convivimos; llamamos a nuestras parejas, novios y postergamos la maternidad en pos de nuestros proyectos que son sólo una excusa para no crecer.

Como no teníamos torta, se me ocurrió que mi Pan Dulce especial con pepitas de chocolate y una velita que no delate la edad podría ser una excelente opción. Marzia me pasó a buscar con su nuevo novio al que dejamos en la casa de alguien y seguimos nuestro camino. Llegamos a Martínez, en donde Florcita tiene su nuevo local de accesorios. La saludamos y en menos de 10 segundos ya nos habíamos probado carteras, cinturones, pulseras, vinchas, collares, ojotas, bolsos y hasta las pelucas de los maniquies siniestros,que por suerte, tiene escondidos en uno de los probadores. Eso sí, te equivocas de probador y te da un infarto. Después de probarnos todo y no comprar nada, desenfundamos el Pan Dulce especial con pepitas de chocolate de la mochila e hicimos los cantos y el apagado de velitas correspondientes. Tomamos mate, comimos, nos reímos y hasta nos hicimos curaciones de malas ondas con Agua Bendita. No faltaron las fotos de la cumpleañera soplando las velitas, ni las nuestras cabezas con las pelucas roñosas.
El Pan Dulce Especial con pepitas de chocolate quedó con Florcita, la cumpleañera, y Marzia y yo volvimos a nuestras rutinas.

Después de trabajar todo el día, mi cuerpo comenzaba a dar señales de dolor por la actividad física del día anterior y aunque podría haberme preparado un sandwichito de jamón y queso, opté por el pelón y la bananita madura que me esperaba en mi saqueada heladera.

lunes, 3 de enero de 2011

Culo Emergency Día 1: El Pan Dulce


Me levanté una hora más tarde de lo planeado pero no me deprimí. Lo mío no es correr de mañana y quienes me conocen, saben que soy mas nocturna que diurna y como consecuencia, que el levantarme temprano no es mi fuerte. Desayuné unos mates bien amargos con un sandwichito de jamón y queso (bien de culona). Mientras me bañaba, masajeaba las partes blandas de mis nalgas y me mentalizaba para que se me fuera esa flaccidez espantosa que tanto daño me estaba haciendo. A la hora de elegir la ropa que me acompañaría durante todo el día, me decidí por una pollera tipo gitana que no exaltara tanto mi cadera y bien larga, hasta los tobillos, para que no se me viera ni un pedacito de pierna. Pero mi día tenía un claro objetivo: salir a correr antes de que terminara.
Almorcé tres empanadas de jamón y queso, el único menú que ofrecía el quiosco de la esquina y que acepté sin objeciones, una bebida light llena de burbujas para que me hincharan bien la panza y dejaran en mí una sensación de saciedad. Todo iba maravillosamente bien hasta que recibí el llamado de mi amiga Lía, recordandome que tenía el Pan dulce con pepas de chocolate que le había pedido, especialmente, porque el que tiene frutas secas y esas porquerías me dan asco y no me gustan.
Eso atenta contra mi Culo Emergency - pensé- mientras Lía me hablaba. Pero ya era tarde, no podía devolverlo pero si lo llevaba a casa me lo terminaría comiendo yo sola. Mientras arreglaba con Lía de qué manera nos podíamos juntar para terminar la transacción, mi querida amiga dijo la frase más hermosa del día: "A las 9 me voy a correr a la Quinta. Si querés después pasás por casa". Pero yo mejoré la oferta y le propuse ir a correr juntas y después buscar el Pan Dulce con pepitas de chocolate.
Así fue. Nos encontramos en la esquina de su casa, fuimos corriendo a la Quinta presidencial, dimos una vuelta y volvimos. Tremendo. Las piernas no me respondían pero la imagen de mi culo cascoteado y deteriorado me daban fuerzas para seguir.
Subí las escaleras de la casa de Lía como pude, elongamos un rato, nos hidratamos como buenas deportistas que somos (o querriamos ser), le pagué el Pan Dulce especial con pepitas de chocolate y después de bajar las escaleras y quedarnos 30 minutos en la puerta chusmeando, nos despedimos. Volví caminando a mi casa como pude. Destrozada fisicamente pero con el corazón contento.
Mañana sería otro día y ya me ocuparía del destino que le daría al Pan Dulce especial con pepitas de chocolate.

La culona y el año nuevo


Esta vez, el año nuevo me pegó duro. El 31 llegué a Villa Gesell para recibir el 2011 en la playa, cerca del mar. ¡Qué lindo! ¿No? Un pequeño descanso robado al trabajo que el lunes me esperaba celoso. La costa estaba hermosa. Un clima soñado, casi nada de viento en la playa, el mar con las suficientes olas como para barrenar sin ser revolcada. Nada podía empañar ese momento y de hecho, nada lo hizo.
La hostería en la que me hospedaba quedaba a dos cuadras de la playa. Me puse la bikini, las ojotas, unas bermudas que me habían quedado del verano pasado, una musculosa y con el pareo estampado de las veredas de Copacabana al hombro, partí.
Cuando llegué a la playa había poca gente. Extendí mi "canga" como le decimos los habitues de las playas brasileñas a los pareos, calculé que mi cuerpo coincidiera con mi sombra para que el sol me diera equitativamente en todo el cuerpo y me senté.
Disfruté una hora de playa. Me metí al agua, me sequé, me volví a meter, barrené algunas olas que amenazaron con robarme la bikini. Tomé sol de frente, al dorso y me volví a meter al agua hasta que dieron las 11 de la mañana, horario nefasto para mi blanca piel.
Me levanté, me puse el pareo, hice un bollo con la ropa, me puse las ojotas y volví a la hostería. Llegué a la habitación apurada, con ganas de bañarme y sacarme la sal que empezaba a endurecer mi cuerpo. Me miré en el espejo del cuarto y me di cuenta de que además de ser culona, era una culona deteriorada. Se me había caído el culo por completo. Y esta vez no era joda. Ser culona es difícil. Pero ser culona en estado de abandono es imperdonable.
Comencé a sacar cuentas del tiempo que no hacía actividad física y llegué a la conclusión de que en un año y tres meses un terremoto, tsunami, granizo y las siete plagas de Egipto habían pasado por mi culo y lo habían destruído.
Ayer volví de la costa con el objetivo casi obsesivo de hacer algo por este culo que tan orgullosamente he llevado desde mi infancia y que hoy me pide ayuda.
¿Pero qué puedo hacer al respecto? Me faltan doce días para mis vacaciones planeadas en la costa. Es decir, tengo que volver a ponerme la bikini. Una de las opciones es cambiar de plan e irme a Europa, y pasar un invierno nevado. Pero la playa me tira, además, ya tengo todo planeado...
Entonces me decidí hacer un "Culo emergency" que consiste en salir a correr, tomar sol un ratito todos los días (una nalga bronceada es mejor que una blanca) y cenar frutas.
Vamos a ver cómo resulta...

sábado, 20 de marzo de 2010

¿Qué pasa con el amor?


Hay una epidemia de desamor en la ciudad. El desamor es peor que no querer, peor que no amar. El desamor es haber amado a alguien y dejar de hacerlo. No importa si son dos personas que se han amado durante casi toda una vida. No importa la historia que hayan tenido juntos. No importan los planes que hayan hecho. De pronto el desamor irrumpió en sus vidas y todo terminó.
En estas últimas dos semanas me cansé de escuchar historias de desamor. Mi mejor amiga dejó de amar al hombre con el que estuvo 17 años. Una compañera ya no quiere a su marido con el que lleva casada 6 años y como éstas, dos o tres historias similares. No me gusta la palabra desamor, casi diría que hiere cada vez que la nombro o escribo. El desamor me da miedo. Me quita la fé, me llena de tristeza.
Toda mi vida, como buena culona, me han gustado las historias de amor. Creo en el amor y en una vida al lado de la misma persona para siempre. Pero a medida que van pasando los años, hasta las parejas más sólidas que conozco se separan. ¿Qué anda pasando? ¿Será una epidemia? No me quiero contagiar...

jueves, 25 de febrero de 2010

Consejos para Culonas deprimidas


Hay días en que las mujeres nos deprimimos. Indefectiblemente nos deprimimos o nos sentimos tristes. La mayoría de las veces, a ese estado, le sumamos un poco de nostalgia, recuerdos de la adolescencia, una pizca de duda sobre nuestro presente y una cucharadita de temor sobre el futuro. Si a eso, además, se le agrega la condición de "culona", entonces, es una depresión absoluta.

Ahora, si a una mujer común ese estado le afecta, a una "Culona", indefectiblemente la destroza. Inmediatamente busca algo dulce para aplacar ese estado tremendo y una película bien triste para poder canalizar ese sentimiento y llorar sin parar hasta dormirse.

Pero las Culonas no deben encerrarse, ni comer hasta reventar ni dormir hasta que duela. La Culona debe levantarse, ponerse un jean que le quede bien (o usar el elastizado de emergencia) y salir a la calle a ser piropeada.


¿Quién piropearía a una culona? Todos. Y si ese día todos es ninguno, entonces, deberá acudir a sitios en donde estén los hombres a los que nunca una Culona les pase inadvertidos. A la mayoría de los hombres les gustan las mujeres culonas. Aunque muchas veces no se hagan cargo, ellos adoran la carne, les encanta agarrar, morder, tocar...


Las mujeres culonas debemos explotar esa condición y aprovechar los beneficios que acarrea.
Pero volvamos al modo "Culona deprimida". Después de calzarse los jeans comunes, que tanto le costó encontrar, o los elastizados de emergencia, que jamás deben faltar en el armario de la culona, deberá salir a la calle a menear con entusiasmo. Si la mayoría de los hombres están distraídos, entonces la Culona deberá ir a lugares cercanos a trenes, puentes, obras en construcción, terminal de ómnibus, comisarías o Ceamse. Nunca faltará el obrero gentil que nos lance un halago (ojo, a veces pueden ser un poco fuertes), el recolector de basura que alargue su silbido, el colectivero que haga sonar su bocina escandalosa o un policía que prenda su sirena aunque no haya ningún siniestro. Repito: obrero, policía, recolector de basura, colectivero y afines. Esos nunca fallan.


Así que, mi querida Culona, a no dejarse bajonear por nada y a recordar siempre que una buena caminata con pantalones ajustados puede ser un gran remedio contra la depresión.